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Radicalización digital de varones jóvenes

G.A.P.
23-05-2025 00:00
Radicalización digital de varones jóvenes

En la era digital, la infancia y la adolescencia transcurren en un entorno donde la tecnología y las redes sociales tienen una presencia omnipresente. Si bien estas herramientas pueden ofrecer beneficios en términos de aprendizaje, comunicación y expresión, estas mismas tecnologías conllevan riesgos elevados, especialmente cuando su uso se da sin supervisión adecuada.

Las redes sociales como Instagram, TikTok, YouTube, Snapchat, X (Twitter) y Reddit forman parte del entorno cotidiano de millones de niños y adolescentes. Estas plataformas ofrecen oportunidades para contactar con otras personas y compartir intereses, pero también exponen a los más jóvenes a presiones intensas relacionadas con la apariencia física, la popularidad y el consumo.

Estudios recientes en psicología del desarrollo indican que el uso excesivo de redes sociales se asocia con niveles más altos de ansiedad, síntomas depresivos, trastornos de la imagen corporal y baja autoestima. La validación externa a través de “likes” y seguidores puede distorsionar la construcción del Yo y generar una dependencia emocional del reconocimiento virtual.

Además, el ciberacoso, la exposición a contenidos inapropiados y la normalización de conductas riesgosas —como retos virales peligrosos— son fenómenos cada vez más frecuentes que afectan directamente la salud mental de la población infantojuvenil.

Uso sin supervisión de dispositivos digitales: un factor de vulnerabilidad

El acceso a dispositivos digitales comienza cada vez a edades más tempranas. Aunque pueden ser herramientas valiosas para el aprendizaje, su uso sin acompañamiento adulto puede tener consecuencias catastróficas.

En la infancia, el uso excesivo de pantallas se ha relacionado con retrasos en la adquisición del lenguaje, dificultades atencionales, disrupciones del sueño y un desarrollo inferior de habilidades sociales. En la adolescencia, estas dificultades pueden generar aislamiento, alteración del ciclo de sueño-vigilia, menor participación en actividades al aire libre y mayor exposición a discursos violentos y/o discriminatorios.

La ausencia de mediación adulta en este entorno hiperconectado deja a niños y adolescentes particularmente vulnerables a contenidos nocivos, incluidos aquellos de carácter ideológico extremo, cuya sofisticación y accesibilidad han aumentado en los últimos años.

Radicalización digital

Un fenómeno alarmante que actualmente representa un riesgo para los adolescentes es la radicalización ideológica de varones jóvenes en entornos digitales. Este proceso no ocurre de manera abrupta, sino que se da progresivamente a través de contenidos que, al principio, se presentan como entretenimiento o "mentoría masculina".

Niños y adolescentes que atraviesan inseguridades afectivas, dificultades familiares, baja autoestima o aislamiento social pueden sentirse atraídos por discursos que les prometen pertenencia, orden, poder o “verdades” que supuestamente les han sido ocultadas por la cultura dominante. Así comienza un camino hacia la radicalización, donde lo que inicialmente parece humor irónico, consejos de “autoayuda” o “contenido educativo” se convierte en una visión del mundo basada en el odio, la discriminación y la intolerancia.

¿Qué es la manosphere?

En este proceso juega un papel central la llamada “manosphere” (manosfera), un ecosistema digital de comunidades virtuales centradas en una visión tóxica y radicalizada de la masculinidad. Este término agrupa diferentes grupos ideológicos que, aunque con variaciones, comparten una crítica feroz al feminismo, la diversidad de género y los movimientos sociales progresistas.

Dentro de la manosphere encontramos subgrupos como:

  • Pick-Up Artists (PUAs): centrados en técnicas de seducción que promueven la manipulación emocional y el desprecio hacia las mujeres.
  • Men Going Their Own Way (MGTOW): promueven el rechazo total de las relaciones con mujeres, a quienes consideran corruptas o peligrosas.
  • Men’s Rights Activists (MRAs): aunque algunos buscan visibilizar problemáticas legítimas como la salud mental masculina, otros adoptan una postura antifeminista hostil.
  • INCELs (célibes involuntarios): hombres que culpan a las mujeres y a la sociedad por no tener relaciones románticas o sexuales, y que alimentan una narrativa de victimización violenta.

La manosphere actúa como una cámara de eco, donde los algoritmos de las redes sociales refuerzan y retroalimentan constantemente los mismos mensajes. Allí se difunden ideas de superioridad masculina, desconfianza hacia las mujeres, negacionismo de la violencia de género y teorías conspirativas, todo bajo la fachada de "libertad de expresión" o "contenido para hombres reales".

La lógica emocional de la radicalización

Desde la psicología, es importante comprender que la radicalización no es solo un proceso intelectual, sino sobre todo emocional. Lo que atrae a muchos adolescentes hacia estas comunidades no es necesariamente el contenido ideológico en sí, sino el refugio emocional que estos espacios les ofrecen.

En estas comunidades virtuales los adolescentes con carencias afectivas encuentran un sentido de pertenencia, un relato que justifica su malestar, una identidad clara y aparentemente poderosa (“alfa”, “líder”, “ganador”) y un grupo enemigo común al cual culpar. Estos elementos son particularmente atractivos en momentos de vulnerabilidad emocional como el tránsito a la pubertad, fracasos escolares, acoso escolar, rupturas familiares o experiencias de rechazo. La radicalización da una ilusión de control en un mundo que se vive como incierto, caótico o injusto.

Influencers hipermasculinizados: líderes carismáticos del malestar

Una figura clave en esta radicalización son los influencers hipermasculinizados, hombres con gran presencia mediática que promueven modelos de masculinidad basados en el poder, la dominación, el éxito material y la supresión de las emociones.

Personajes como Andrew Tate o Jordan Peterson —en diferentes grados— han captado la atención de millones de jóvenes con discursos que mezclan coaching motivacional, crítica cultural y, muchas veces, misoginia encubierta o explícita. Su discurso es simple, emocionalmente intenso y apelativo: “el mundo está en tu contra, pero tú puedes recuperarlo si te conviertes en un verdadero hombre”.

El problema no es solo el contenido, sino la forma: estos influencers utilizan narrativas heroicas, estéticas llamativas, humor provocador y una comunicación emocional directa que los hace especialmente eficaces entre adolescentes. Desde la psicología, se advierte que este tipo de discursos puede reforzar modelos de relaciones abusivos, alimentar la intolerancia y bloquear el desarrollo de habilidades sociales adaptativas.

Cultua INCEL: del desprecio a la violencia

La cultura INCEL representa uno de los extremos más peligrosos de la manosphere. En estos foros y comunidades, jóvenes varones se identifican como “célibes involuntarios” y desarrollan un discurso donde las mujeres —especialmente las jóvenes— son culpables de su exclusión afectiva y sexual.

Lo que puede parecer una queja romántica se transforma rápidamente en discursos de odio, justificación de la violencia y hasta llamadas explícitas a atacar a mujeres. Algunos de los autores de tiroteos masivos en Estados Unidos han estado vinculados a este tipo de comunidades. Es fundamental comprender que muchos adolescentes que consumen contenido INCEL no se identifican totalmente con estos discursos, pero sí absorben partes de su narrativa, naturalizando la hostilidad hacia las mujeres o construyendo ideas erróneas sobre las relaciones afectivas y sexuales.

El papel de los medios: la serie Adolescencia de Netflix

La serie documental “Adolescencia”, recientemente estrenada en Netflix, ofrece una representación cruda y necesaria de las tensiones que atraviesan los adolescentes de nuestra época, como el aislamiento digital, la salud mental y, especialmente, la exposición de los varones a discursos radicalizados.

Visto desde la óptica de la psicología, la serie “Adolescencia” funciona como un valioso espejo cultural que nos permite ver lo que muchas veces queda fuera del radar: cómo operan estas influencias, qué vacíos llenan y qué rol juegan los adultos —o su ausencia— en estos procesos.

La serie destaca la importancia del acompañamiento emocional, la escucha activa y la presencia significativa de figuras adultas, tanto familiares como profesionales, en la vida de los adolescentes.

¿Qué podemos hacer para combatir la radicalización?

Desde una perspectiva preventiva, es fundamental construir entornos seguros y emocionalmente sostenidos donde niños, niñas y adolescentes puedan desarrollarse sin quedar atrapados en narrativas de odio o exclusión. Algunas acciones clave incluyen:

  • Fomentar el pensamiento crítico: enseñar a identificar discursos manipuladores, desinformación y estereotipos en redes sociales.
  • Dialogar sobre la masculinidad: generar espacios donde los varones jóvenes puedan cuestionar los modelos tradicionales de ser hombre.
  • Acompañar sin controlar: supervisar el uso de dispositivos digitales con empatía y límites, no desde la censura sino desde el cuidado.
  • Visibilizar referentes positivos: promover modelos masculinos diversos, sensibles, solidarios y emocionalmente expresivos.
  • Formar a profesionales y familias: difundir información sobre las nuevas formas de violencia simbólica, dinámicas digitales y prevención de discursos de odio.

La infancia y la adolescencia son etapas de construcción identitaria y emocional particularmente sensibles. En el mundo digital actual, niños y adolescentes están expuestos a discursos complejos y muchas veces peligrosos que pueden influir profundamente en su forma de entender el mundo y a sí mismos.

La radicalización digital de varones jóvenes no es un fenómeno aislado ni anecdótico: es una problemática creciente que interpela a familias, escuelas, profesionales de la salud y a la sociedad en su conjunto.

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